Proyecto Bogotá

" En cada tarjeta se modifican el paisaje y el espacio de Bogotá. Cada una de las intervenciones supone la realización de una obra autónoma que introduce un cambio en la ciudad conocida. Hay proyectos posibles, imágenes poéticas, aproximaciones críticas, creaciones utópicas." Gustavo Zalamea LA CIUDAD IMAGINADA, UNA REALIDAD EN PAPEL Transformar la ciudad es el anhelo de muchos y Gustavo Zalamea lo logró. Con su imaginación comenzó a idear diferentes zonas y edificios de la ciudad y los reelaboró a su manera, con humor, con crítica, con ironía, con estética... De ahí que desde Monserrate se asome San Jorge montado en su caballo, que en la Avenida Eldorado con avenida Boyacá un huevo de cóndor gigante se levante paralelo al puente, que la Plaza de Bolívar esté inundada por el mar, que la luz eléctrica brille en Ciudad Bolívar, que sobre el Palacio de Justicia repose un tanque de guerra, o que en el Congreso habiten dinosaurios. La forma en que el artista logró reelaborar su ciudad, Bogotá, fue a través de foto montajes que convirtió en postales para romper con la vieja idea de que el arte no es masivo. Cualquier personas puede adquirir una de estas obras de arte y acercarse a la ciudad imaginada. Son 16 obras diseñadas por Zalamea y producidas por Taller Arte Dos Gráfico."

Publicación eltiempo.com Sección Cultura y entretenimiento.

 7 Junio, 1994.


 

LA CIUDAD ES LA UTOPÍA

Gustavo Zalamea 

“La ciudad ya no es portadora de valores sino de noticias; ya no es una construcción histórica sino un sistema de información manipulado según oportunismos momentáneos,” escribe Giulio Carlo Argan. 

Recuperar la ciudad mediante el arte, y recuperar para el arte una función significativa que pueda reconectarlo con la comunidad,  debiera ser objetivo esencial de los artistas. La malformación y degradación de nuestras ciudades no ha incluido nunca la noción de ciudadano, determinando un tipo de ambiente que no puede ser interpretado o vivido, sino sufrido o consumido. Los artistas no deberían solamente impugnar este ambiente ni limitarse a proponer consumos distintos al margen de las normas imperantes, sino intentar articular proyectos que tengan alguna incidencia sobre la configuración del futuro.Al estructurar, al definir formas, al diseñar, al ordenar, el artista tiene el poder de pensar una realidad distinta y mejor, el compromiso de buscar, con los medios que estén a su alcance, procesos artísticos y comunicativos sobre los que pueda construirse el tejido de una verdadera ciudad. Porque ésta no es únicamente labor de arquitectos y urbanistas. Si la ciudad se extingue,  los artistas serán los primeros en desaparecer con ella. La ciudad es su hábitat natural, su ecosistema. 

Los artistas que de algún modo renuncian a la institucionalización y al aburguesamiento, los que no tienen como objetivo central el éxito económico, los que ambicionan no sólo entrar a la historia del arte sino provocar y conformar las imágenes, la conciencia y la cultura de su comunidad, aquellos que tienen la fuerza y la capacidad de imaginar y de crear, deben intentar,  entre otras cosas, la Utopía. Si la ciudad se extingue, los artistas serán los primeros en desaparecer. Claro que hay que trabajar en los márgenes: es en los límites donde se producen las confrontaciones y los encuentros más enriquecedores; allí es donde las instituciones se revelan en toda su dimensión y los proyectos se elaboran y entretejen con toda libertad.Claro que hoy la crítica de arte tiene que ser asumida como una actividad artística, y la actividad artística puede ser vista desde muchos enfoques como un ejercicio de la crítica de arte.Claro que, en todos esos territorios de frontera, el riesgo debe asumirse en toda su amplitud y complejidad: el artista puede ser un agitador; y su ideología debe ser entonces tan feroz como para poder contrarrestar el vacío de los medios, las encuestas y la publicidad. Pero para que su trabajo tenga reales proyecciones, la ciudad tiene que convertirse en parte de su interés y de su actividad.Concebida al mismo tiempo como el lugar físico de los encuentros e intercambios, y como una red de relaciones y de signos capaces de ser interpretados y leídos por los ciudadanos, la ciudad puede ser un enorme collage de múltiples propuestas visuales que alimenten la vida ciudadana. Lo constructivo y lo geométrico, lo monumental y lo íntimo, lo sagrado y lo falso, lo humorístico y lo crítico, lo local y lo popular —entre decenas de categorías— pueden entrar en la historia de una ciudad posible.